jueves, 23 de diciembre de 2010

Esto me recuerda a un puzzle…

“Los que ya hayan escuchado esta expresión saben a que me estoy refiriendo. En el mundillo del ocio electrónico surgen de vez en cuando propuestas que innovan a la par que se ofertan a cualquier tipo de público. Sólo hace falta dejarse llevar por el encanto de los desafíos que proponen las aventuras del Profesor Layton.”

Ya van tres juegos que arrasan en las ventas de la consola Nintendo DS, sorprendiendo tanto a jóvenes como a adultos. De hecho, la saga Layton se perfila con un curioso toque de animación que parece orientarse hacía públicos más infantiles. Nada más lejos de la realidad.

Porque lo que impera es comerse el coco. Y algunos rompecabezas, de los cientos que se proponen en cada entrega, estrujan nuestras neuronas y las ponen a prueba, en ocasiones con ingenios simples pero sutiles. El ejemplo más claro (y a la vez más divertido) puede enfocarse en un reto que parece sencillo en un primer momento, cuando en realidad la supuesta sencillez puede convertirse en una trampa que nos lleva a errar. Es entonces cuando no te lo tomas tan a la ligera, y mucho menos piensas que se tratan de juegos para niños. Los puzles del Profesor Layton proponen desafíos mentales rápidos y neuronales, en ciertas ocasiones ponen más a prueba nuestra intuición, y en otras hasta nuestro propio instinto. A veces, por supuesto, se nos atraganta algún rompecabezas, es casi innegable. Para ello existe además un sistema de pistas que se pagan con “monedas” que se pueden ir encontrando por el juego. Por lo tanto, sin monedas no hay pistas.

De todos modos, a muchos les encantará el reto que supone estar varios minutos delante de un puzle sin saber muy bien cómo resolverlo, y en el momento en el que se atreven a dar una solución, pasar por la incertidumbre de haberse o no equivocado. A otros en cambio no les hará gracia eso de quedarse “encajados” y comerse mucho la cabeza. Tanto a unos como a otros, mi recomendación es que lo prueben. Yo mismo acabo disfrutando proponiendo a todo ser cercano que intente cierto puzle. Y se quiera o no, brinda bastante satisfacción la sensación de que alguien está perdido frente a una situación con la que tú si pudiste (aunque fuera con pistas)

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