
Se sobrepasan ciertos umbrales, y la economía de la adolescencia (adolescencia mayor o decadente en casos como el mío) no está para andarse con tonterías. Puede que el mayor costo permita que se valoren más nuestras acciones, y en vez de conformarnos con la peli comercial de turno, busquemos algo en lo que merezca la pena “invertir” el dinero. Por supuesto hay gente que sigue dispuesta a seguir pagando más por un rato de relax o de diversión. Por supuesto otros prefieren descargarse películas gratis, aunque valieran céntimos. Lo importante en cambio va más allá de decisiones que creemos personales e independientes.
La demanda determina la oferta. El hecho de conformarnos con ver algo porque no hay otra cosa es una excusa que no sirve. Si nos esforzamos por pedir calidad, nos darán calidad. Y es evidente que todos pedimos calidad. Pero si no consideramos esta clase de esfuerzos como importantes y tan solo nos dedicamos a quejarnos (después de haber pagado), es posible que también lo estemos haciendo mal. Y muy mal, porque lo que realmente importa es dar ese dinero. Que la película cumpla o no viene a ser secundario para el que cobra.
Si no te importa pagar por ir al cine, aunque lo que veas sea un bodrio, ese es tu problema. Pero ten en cuenta que ese dinero ayuda a fomentar que se sigan haciendo bodrios. Pero, ¡eh!, que puede que no creas que eso en concreto sea un bodrio. Sabes que existen cosas mejores (y que posiblemente cuesten los 6 euros) pero te molan las cosas sencillas y no complicarte la vida. Cuestión de gustos… ¿O no?
No hay comentarios:
Publicar un comentario