martes, 7 de diciembre de 2010

El actual rey del thriller escrito: Dan Brown

Polémico, enamorado de las tecnologías, amante de las descripciones, proclive a la última vuelta de tuerca. Su literatura suele confundirse con la realidad y muchos caen en la tentación de pensar que todo lo que desgrana, describe y relata es lo verdadero sobre los secretos que tiene el mundo. Brown es autor de títulos mundialmente vendidos como Ángeles y Demonios o su archiconocido El Código Da Vinci.

¿Qué sevillano no se echó las manos a la cabeza cuando el norteamericano Dan Brown describía los hospitales hispalenses como lugares que apestaban a orina y en los que los enfermos estaban tirados en catres?, ¿qué cristiano no atacó al escritor al leer que en El Código Da Vinci se dejaba entrever que María Magdalena tuvo algo más que el amor al prójimo con Jesús?, ¿qué anticlerical no se creyó a pies juntillas todas esas letras juntas en las que el seno de la Iglesia se tachaba de manipulador y conducirlo todo a su antojo?
A todas las preguntas anteriores se le puede contestar con una respuesta común: un sevillano/cristiano/anticlerical al que le faltan dos dedos de frente y un poco de cerebro.

Si usted fue uno de los que se creyó todo lo que el escritor narró en alguno de sus cinco libros -La Fortaleza Digital, La Conspiración, Ángeles y Demonios, El Código Da Vinci y El Símbolo Perdido- lamento tener que pedirle que deje aquí la lectura de este pseudo artículo. ¿Por qué?, porque si no sabe diferenciar de la realidad ficticia que un escritor genera a través de su obra de la realidad de verdad, y si no entiende ese pacto de ficción del que tanto nos han hablado en la carrera a los que integramos este equipo, ¿cómo va a entender esto?, si no supo diferenciar lo real de lo escrito, lo que el autor pueda inventarse para darle sentido a su guión, ¿cómo va a entender esto? Pero sigamos.

Dan Brown nos propone a través de su literatura continuos y largos viajes en los que la historia llegará a atraparte, invitándote a participar con tu mente de todos aquellas encrucijadas en las que los protagonistas de sus relatos se vean inmersos. Probablemente con sus extensas descripciones tu mente no deba hacer grandes esfuerzos para llevarte de inmediato a las estancias que Brown propone.

Sus libros no pasarán a la historia como los mejores. Seguramente El Código Da Vinci será recordado en la posteridad por poner en duda varios puntos sobre la vida de Jesús, y Ángeles y Demonios por ser un relato en el que el Vaticano está a punto de ser volado por los aíres y en el que el Papa posiblemente haya sido asesinado. Pero exceptuando esto, probablemente sus escritos no sean leídos dentro de varias décadas, ya que son obras muy frescas con la juventud como un claro público objetivo. Juventud que por otra parte suele buscar en las páginas de los libros algo de acción, con un punto de "enganche" hacia la historia, y que más que probable, no encontrará en otros autores.

De sus cinco ejemplares podemos destacar la álgida y dura vida de Robert Langdon, que protagonizará tres de los libros: en primer lugar Ángeles y Demonios, vigiando hasta Roma, después El Código Da Vinci, recorriendo las calles de París, y por último, hasta el momento, El Símbolo Perdido, que se desarrollará en Washington D.C. Robert es profesor de iconología y simbología religiosa en la Universidad de Harvard, algo que le llevará a ir, de una forma u otra, a las tres ciudades en las que se desarrollarán estas tres historias. Su aparición en el guión siempre seguirá un mismo patrón, y su presencia en cada lugar habitualmente significará una cosa: alguien necesita que descifre algún símbolo oculto, desconocido, antiguo o mágico... él siempre dirá que no lo conoce y que no sabe qué significa, pero crean que no, una y otra vez terminará dando con la solución  y le encontrará sentido a lo que ve.
Del mismo modo, en las tres historias habrá muertes, de propios y extraños, y los distintos cuerpos de policías estarán tras el asesino, pero una y otra vez, el profesor será la piedra angular de todo el montaje para atrapar al malhechor. Por último, en estas tres historias siempre aparecerá una bella dama, Vittoria, Sophie o Katherine, que acompañará a Langdon en su periplo en pro de dar sentido a lo oculto.

En conclusión, cerca de tachar la literatura de Brown de repetitiva -que lo puede ser-, también se la puede acusar de enganchar al lector y dejarlo con ganas de más en algunos capítulos, y tenerlo con el alma en vilo según qué puntos de la historia. Y que sirva esto como aviso al que se aventure a leer algo sobre él sin conocerlo, que si no es amante de los libros en los que pocas horas son desarrolladas en cientos y cientos de páginas, y a cada paso que parece acercar el final vuelve a aparecer otro problema, si esto no le gusta, éstos no son sus libros.

Y por último un consejo: Ángeles y Demonios siempre antes que El Código Da Vinci. Y por favor, diferencie la realidad de lo irreal. No piense que la sociedad americana está inmersa en un mar de símbolos masónicos que hacen girar todo alrededor de una orden ultrasecreta, no piense que la NASA lo vigila todo, o no se imagine Sevilla tal y como la describe alguien que no ha vivido jamás en ella.

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